MENOS BLA BLA BLA… ¡MÁS CORAZÓN !
El valor de las palabras parece siempre estar en entredicho. Lógico, pues no cuesta decirlas y tampoco cargan la obligación de las certezas. Sin embargo, nuestra forma de expresión casi siempre es hablada; también escrita o por signos, por supuesto, y todas ellas implican la manera de comunicarnos como seres humanos. Esa universalidad nos inclina a aceptar, dudar o rechazar lo escuchado o leído. Tal vez sea ahí donde el amor y la política encuentren un difícil nexo de unión, aquel que pone por encima de cualquier cosa el valor de los hechos. La canción de Paty Cantú, “Hechos, no palabras” resume esa necesidad de asegurar que la verdad se expresa en hechos:
Si en verdad me amas quiero hechos NO PALABRAS !
Las palabras deben ir acompañadas de acciones que demuestren que de verdad sentimos aquello que pronunciamos. Si solo lo hacemos por quedar bien, mejor será que permanezcamos en silencio.
Si no van seguidas de hechos, las palabras no cuentan, no valen nada. Todos tenemos en nuestro círculo más cercano a alguna persona que suele actuar de esta manera. ¿Qué actitud tomar frente a ellos?
Puesto que nosotros mismos exigimos coherencia, respeto y responsabilidad hacia nuestra persona, también hemos de demostrar estas mismas dimensiones a los demás.
Las palabras no solo sirven para comunicar mensajes; nos ayudan a ser congruentes entre lo que decimos y lo que hacemos. Es necesario, pues, mantener un adecuado equilibrio.
Debemos exigir congruencia. Si alguien nos dice cada día cuánto nos respeta, aprecia y quiere, pero cuando lo necesitamos nunca está a nuestro lado, desconfía. Quién nos ame estará junto a nosotros “a las duras y a las maduras”.